miércoles, septiembre 17, 2008

nihongo

Hace casi 20 años empecé a estudiar japonés.
Algun@s que me conocéis sabéis la historia: en el 87 u 88, no recuerdo bien, Lope, un amigo al que he perdido la pista en estos años, estuvo con una erasmus en Lovaina. Varias veces me propuso en esos meses que si le hacía una visita y finalmente estuve allí unos días viéndole y viendo un poco la ciudad...
La memoria que conservo de ese viaje es vaga: recuerdo una ciudad universitaria pensada para estudiantes llena de bares, bibliotecas y sitios para hacer fotocopias, recuerdo calles peatonales, recuerdo que me compré un poster de The Wall enorme que nunca he podido colgar porque nunca he tenido una pared tan grande, recuerdo que estuvimos en un sitio que se llamaba Le Cocotier, donde Lope robó un vaso que aún conservo... y recuerdo que entre mi inglés mediocre y el francés que nunca estudié no podía entenderme con ningun@ de l@s guiris que había por allí.
Al volver a casa decidí que estaría bien apuntarme a clases de francés. Fui a la escuela de idiomas. En esa época te apuntabas y luego se hacía un sorteo para elegir idioma. Obviamente inglés, francés, alemán, italiano eran los más solicitados y había patadas para conseguirlos.
Cuando se hizo el concurso al cabo de unas semanas salió el número que yo tenía para elegir en primer lugar: tenía cualquier idioma a mi disposición... pero pensé que con el francés me iba a aburrir en dos días, que en realidad ni me interesaba ni me apetecía... y elegí japonés.
Estudié allí un par de años. El primer año fue magnífico: además de los kanas, algunos kanji y algo de gramática y de vocabulario, el profe, un jesuita que había vivido allí una pila de años, nos contaba cosas sobre la cultura japonesa, sobre religión y arte, sobre caligrafía y haiku...
Esos dos años en la escuela de idiomas, entre otras cosas, me ayudaron a conseguír la beca con la que me fui a Tokyo en el 93.

Después, la carrera, los curros y mi inconstancia me llevaron a abandonarlo y retomarlo varias veces...
Es algo que siempre tengo pendiente. Es un idioma muy hermoso... pero ingrato: en cuanto lo abandonas un rato pierdes muchísimo de lo aprendido....

***

Anoche me acordaba de estas cosas y revolví un poco buscando un libro de kanji que me regaló Vero hace unos años.

Esta mañana, después de desayunar y antes de ponerme a currar, me he puesto a hojear los primeros kanji que vienen: los números del uno al diez, el sol, la luna, la boca, el ojo y el campo de arroz...

Luego, cuatro o cinco horas después, andando al mediodía por la calle del Pez hacia Bilbao, donde había quedado para comer, me he cruzado en la acera con Ramiro Planas, mi primer profe de japonés en la escuela de idiomas.

***

A estas cosas yo suelo llamarlas casualidades, pero hay quien las llama sincronicidades...

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

las leyes de la probabilidad nos empujan a pensar que más bien se trata de sincronicidades

gata en...

11:02 a. m.  

Publicar un comentario

<< Home

Free counter and web stats